La vecina canta una copla e inunda de paz el silencio de este caos ahogado. El yo eludiendo una vez más mis responsabilidades tras ese mi siendo un menor cargado de bemoles, refugio construido por sobre-inhalación de voluntad sin dirección ni destino. La vecina canta una copla, pero sigo hiriendo y desgarrando todas y cada una de las cosas importantes, no vaya a ser que me vaya y aún me quede algo, no vaya a ser que eche de menos.
Pero la copla de la vecina me tranquiliza. Me envuelve y me hipnotiza, me hace creer que estoy sola en el mundo. El sol, su voz y ese olor como de siesta pre-comida. Dormir.
Dormir.
Dormir.
Y así sentirme útil para quienes más quiero.
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