25/4/13

Zona neutral.

Entonces es cuando te das cuenta de la inutilidad de todo. Estás tirando tu vida por la borda, luchando contra un sueño que jamás fue para ti. Es entonces cuando miras a unos ojos invisibles y te das cuenta de que no hay peor pesar que la indiferencia.

Y te giras.
E intentas no desvanecerte.

Pero el vacío sigue hirviendo a mi alrededor, aunque pueda ser capaz de alzarme sobre él. Hay cenizas en mis pupilas y arañas en mi migraña. La realidad es cruel para la mediocridad. Y entonces llego al inicio de todo, al comienzo de toda esta espiral de pusilanimidad. Al momento en que la luz aural de mi inocencia se desvaneció, al instante que nació mi fuego (y se volatilizó hacia el cielo), al entonces en que tuve potencialidades que necesitaba actualizar. Y entonces me doy cuenta de lo que soy, un cervatillo asustado, una pantera con complejo de inferioridad. Me siento adocenada. Toda la vida me he escondido creyéndome mediocre, vil, vulgar. Nunca he creído merecer nada, nunca he sabido llegar al acto de mis posibilidades, nunca he sido capaz de buscar algo porque en el fondo sabía que no era para mí.

Y esa sensación vuelve ahora.
Y el cine se me escapa.
Todos mi castillo de sueños se fundamenta en una realidad ilusoria  en mi no-talento para nada, en mi inseguridad y mezquindad.
Y lloro otra vez por no tener a nadie que me mire y me diga que puedo lograrlo todo, que soy la mejor persona que jamás ha conocido. Y lloro por no tener a nadie que me mire y me diga que soy la cabello-de-fuego más valiente que hay en el mundo, que me susurre que mi fuerza puede cambiar el mundo. Y lloro porque en esta vida las ilusiones y las ganas no sirven para llegar al final de tu camino, sino de la senda que te toca, la que hace siglos que está escrita para tí. Y lloro porque un día moriré sin haber podido lograr todo lo que quería. Y lloro... Lloro por llorar. Porque en occidente parece que solo lo hacemos por eso.

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