30/10/12

Me siento tan jodidamente sola. Vacía.
Soy desechos de lo que fui, proyectos de lo que seré. Pero en acto no soy nada. Un vaho en una noche helada.
Me siento náufraga, perdida en silencios cargados de angustias y miradas fúnebres. Perdida em dudas, en mi propio caos de mierda y paranoia. Encerrada entre mis miedos, presa de sus garras sangrientas (mi sangre) y hedientas, punzantes.
Allí estoy.
Tremenda y absolutamente sola.
Y el silencio, a voces, me chilla y me expulsa.
Y yo callo, a gritos, que no puedo salir. Que necesito ayuda.

Nunca había necesitado una luna como lo hago ahora. Un mar que me guíe. Un tenue pestañeo que me haga volar hacia mi, que me haga perderme en alguna mirada sin fondo.

29/10/12

Pero yo espero y espero. Dañándome, sufriéndome. Odiándome. Resignándome. Pensando que en algún retorcido sentido puedo ser apetitosa  Creyendo que hay reencuentros inesperados en noche azul cuando no los hay para mí. Pero yo los espero. Espero. Espero. Me desespero. Y sigo esperando.

Día de sal y esquinas,
de sombríos recodos donde
se esconden mis lágrimas.
Esas que aparecen sin motivo,
que engendran mi ansiedad.

(Que ya no sé ni de dónde coño viene esta jodida sensación.
Que no es sensación porque no siento nada.)

24/10/12

Hay un pozo,
un pozo profundo
que no tiene fondo,
que es demasiado oscuro.
Hay un pozo
cuyos muros alcé con prisa,
pero sin un ápice de voluntad.
Y ahora estoy aquí presa
arañando las paredes con horror,
desangrándome los dedos,
añorando el exterior
con mis ojos que,
cansados de soñar utópicas fantasías,
siguen aún ansiosos de encontrarlas.

19/10/12

Estoy podrida de miedo.
Esas conversaciones de noche que me hacen ver que, aunque me confirman la mierda en la me estoy convirtiendo y en el bucle en el que estoy metida, no dejan de hacerme sentir menos sola en este podrido mundo.

16/10/12

Siento... Siento...
No sé lo que siento.
Creo que no siento nada
y acabo siendo un vacío
lleno de indiferencia.
Genial.
Así se avanza.

8/10/12

Todas y cada una de las pecas de su cuerpo comenzaron a abrasarle ferozmente. Quemaban como los recuerdos, como sus utópicas e irreales fantasías, que imaginaba en soledad cuando su alma se fugaba. Ardían con tanta fuerza sus manchas que perdió parcialmente la visión de sus ojos (los rojos dominaban su mirada), que sus articulaciones chirriaban, que de su espalda emergieron alas. Unas alas ficticias, rotas y desintegradas. Como los espejos de su salón. Unas alas que no podían volar.

Lentamente, notó como sus lunares empezaban a cavar en su piel. Sintió como el fuego se abría paso por su cuerpo formando túneles interminables, como sus venas (de humo y de palabras), o mucho más extensos e infinitos. Dolía. Se revolvía internamente por entre la verdura de ese suelo fresco y áspero. No podía a penas respirar. Los tubos de fuego obstruían sus bronquios y solamente podía inhalar vacíos. El dolor hacía que su respiración la ahogara, y estaba sola en medio de ese paisaje desesperadamente bucólico.

Pero yacía inmóvil en el suelo. Sufriendo con rostro indiferente, cerrando los ojos intensamente para frenar el agua salada.

En un arrebato, se levantó bruscamente de la hierba y, con movimientos toscos, torpes, comenzó a quitarse la ropa, a arañarse coléricamente, con una desmedida exasperación. Se arrancó esos pedazos de tela que parecían enganchados a su piel con hercúleas raíces.

Un silencio colmado de gritos ahogados en su no respirar observaba la escena con reticencia. Contemplaba como la soledad de la chica se hincaba en su piel, combustiones de miedo que formaban túneles (galerías y galerías de desamparo), bolas de fuego iracundo en sus pecas.

Pronto el temor se apoderó de ella con vesania, y pudo vislumbrar un lago pese a su roja ceguera. Y se puso a correr furiosamente, y no cayó ninguna vez, y el dolor crecía y crecía, y el viento se filtraba por sus túneles avivando las llamas del vacío y se hundió en el agua.

Chof.

·

El agua, agujas heladísimas, poco a poco empezó a filtrarse por todos y cada una de sus mazmorras (cuevas de ahogo y llanto), disolviendo cada trazo de agonía, hinchiendo el vacío de frío y silenciando todos los incendios. Y unas branquias aparecieron en su cuello, unos cortes profundos y largos que comenzaron a respirar con el afán de la primera vez. Y, después de tantísimo tiempo, sintió paz. Notó esa tranquilidad anhelada a cada maniobra de escapismo, a cada huida frustrada.

Y nadó hacia dentro, buceó hasta las profundidades del estanque hacia su libertad, allí donde su alma podría volar y no estar sola.

Y no lo estuvo.

Y no volvió jamás.


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(texto para un concurso literario)

7/10/12

Los espejos de mi salón siguen rotos. Se desintegran.
Igual que yo hundiéndome en las profundidades del vacío.
La gente que me rodea no lo ve,
pero no puedo soportar más este frío
ni el que está por venir.

Otra vez. No sé como detenerme. Ni como moverme. Anclada en unas utopías tremendamente utópicas veo como la vida me rehuye. Vivo de la fantasía, del sueño, en esos lugares donde verdaderamente puedes ser libre.

(Sin ser...)

2/10/12

Soy oniria en estado insomne.
Soy insomnia en estado onírico.

No tengo claro cuál de los dos soy, o quizás sean el mismo. No lo sé.

Estoy perdida.
Ese lugar anhelado no aparece. Su bucólico aroma ha desaparecido y ando perdida en su busca. El camino tiene demasiadas bifurcaciones y yo soy exorbitantemente indecisa, insegura. Advierto como mis huesos tiemblan ante un mundo que parece repudiarme cada vez que intento meterme en él, como el aliento se me agota de tanto tratar de zafarme de la normalidad.

La búsqueda se ha convertido en bucle. Eso que haya de extasiarme no existe, no hay salvación para mí... O al menos no está cerca. Mi cerebro se colapsa. Miles de conexiones cerebrales que coliden entre sí formando miles de chispas que me ahogan, dejándome inerte hacia fuera. Y el miedo se apodera de mí. Y lloro. Lloro como lloré el otro día. Como no había llorado desde hacía años. Horas sin poder respirar con seguridad, sin inhalar nada más que un extraño vacío (como si llevara una bolsa en la cabeza), los ojos hinchados, rojos. Y ese terrible dolor en las sienes. Agujas hincándose con fervor. Y resto inmóvil a los ojos del mundo. Indiferente.


(Tan sólo se mueven mis ojos en una búsqueda desesperada.
Alguien que me salve.
Aquí, ahora.
Por favor...)