Rodeada de
mofetas psíquicas me hallo.
Las amo…
Pero igual
estoy dejándolas de amar.
Rodeada de
mofetas psíquicas no puedo caminar.
Es imposible
poner un pie
delante del otro.
Sus ojos
manchados de soberbia
son incapaces
de ver nada más que
mierda.
Solo mierda.
La mierda que
viste sus vidas,
cuya esencia no
pueden dejar de extender.
Incluso mi amor
por ellas,
mis esfuerzos
por verlas sonreír,
mis desangrarme
para alimentarlas con mis deshielos,
mis rigideces
para que su mundo no tiemble…
para ellas
despreciable.
Y yo me alejo
inevitablemente,
aterrorizada
pues el hedor se
está volviendo inaguantable.
Impotencia en
mi mirada triste,
incomprensión en
mis lágrimas ácidas…
Arden mis
mejillas a su desliz.
Desprender colores
rosáceos
y verdes
y rojos
y azules
y amarillos
de todas las
miradas que llenan el mundo,
yo quisiera…
despegar hacia
las nubes,
levantarme y
mirar al cielo,
y que el
montaje evolucionara
a una cámara
rápida
de planos
detalle
de detalles de
roces
de vidas
veloces
y alzarme…
Alzarme,
alzarme,
alzarme,
alzarme,
alzarme
¡alzarme!,
hasta que el
polvo de estrella
quemara hasta
mis ilusiones.
Pero no puedo.
No me dejan.
Las mofetas me
mantienen amarrada
a la nada,
a lo horrible,
al tóxico
egocentrismo que las crea y las destruye,
que las establece
en un ficticio trono
cuya altura les
da el poder del juicio innato.
O eso os
creéis,
malditas mofetas.
Dejadme ir…
¡Dejadme!
¡Soltadme!
¡Desamarradme!
¡Desagarradme
entera si eso es necesario
para liberarme!
¡Engullid mis
entrañas
y arrojad mi cuerpo
yermo al mar!
Que para ser yo
no puedo ser vosotras.
Ni quiero
serlo.
Ni quiero estar
cerca cuando implosionéis,
porque de bien
seguro que seríais capaces,
bien bien
capaces,
¡hábiles que
sois en eso!,
de llenarlo
todo con la misma mierda que os cubre los ojos.
· · ·
(De cuando un relato* te inspira, de cuando un simple cuento ficcional
destapa todo eso que te carcomía y le da un nombre.
Todo tiene sentido, ahora… Ahora entiendo vuestro aliento tóxico, por qué me quemáis a cada bostezo.
De solución aún no dispongo. La solución quizás no la tenga nunca. Puede que jamás sea capaz de solucionar nada.)
*Cazador de mofetas. Incluido en La doble vida de las hadas, de Santi Balmes.