La luz que había estado tanto tiempo encendida -sin yo saber quién era pero deslumbrando siempre más de lo habitual- se apagó. No sé cuándo ni cómo pasó, pero de repente el sendero quedó a oscuras y las voces, todas ellas, se alejaron velozmente.
Y así sigo.
Sin respirar.
(Normalmente hay que respirar tan fuerte que se rompa el aire, aunque esta vez...
si no respiro es por no ahogarme.*)
Hay quienes escriben en fondo noche con tinta de luna...
Yo solo sé llover sobre mojado en un mundo ahogado por un silencio silenciado.
No tengo sombra porque ninguna luz irradia sobre mí.
No hay mantos que sequen mis lágrimas porque no sé cómo se llora un indefinido, una incógnita, una lejanía, una ausencia desconocida, una presencia ignorada.
Existe una cápsula de madera, completamente vacía, No hay aire ni ventanas, no hay oxígeno ni brisa. Una cápsula de madera hundida en el fondo del mar, en las profundidades, allí donde no llega la luz y no se trazan senderos ni arrecifes de colores llenos de almas brillantes que nadan rápido. Solo hay silencio y arena, oscuridad y ausencia, presión y tormenta, dolor de cabeza en un lejano no-lugar.
Y esta imposibilidad de respirar...
Que por doler duele hasta dormir.
* Al respirar (Vetusta Morla)