Amo el feminismo porque me ha hecho ver la realidad de otra manera, de la forma más pura, de la más verdadera, a través de unos ojos sin prejuicios, de una mirada desprendida del filtro patriarcal. Amo el feminismo porque ahora ya sé que en mi cuerpo no hay imperfecciones, que no existe tal cosa tan absurda. Tan solo existen las características, los ojos azules, las estrías, la piel suave y las varices. Que mi tripa y mis pechos no son feos, simplemente son. Que no deciden los estándares fijados por y para el hombre. Amo el feminismo porque he entendido que sentirme incómoda ante las burdas palabras gritadas por un hombre por la calle es normal, que lo que no es normal es su desfachatez y su poco respeto. Amo el feminismo porque gracias a él he aprendido a amar mi cuerpo como es, a enorgullecerme de ser quien soy sin miedo, de ser una mujer y de expresarme sin tapujos. Amo el feminismo porque me ha demostrado que los cuerpos solo son carcasas, que el género no es algo binario, y que qué más da si coños o pollas cuando lo importante son las mentes.
Amo el feminismo, es uno de los pilares de mi vida. Por todo esto y por mucho más.
Pero también lo odio. Lo odio porque me hace sentir mal. Lo odio porque también hace odiarme (de un modo distinto al de antes, claro está). Me odio a mí por no poder, por no saber sentir todo eso que mi razón sabe y comprende. Me odio porque, pese a todo, sigo teniendo complejos y me odio por tenerlos aún tan arraigados en mis vegas. Me odio por temer al verano, por poner excusas a todo aquello que implique no llevar mis piernas y mi tripa tapadas. Me odio por no saber huir de las garras del patriarcado y me odio por dar lecciones que no puedo cumplir a mis amigas. Me odio por sentir que mi entorno desprecia todo aquello en lo que yo creo. Me odio por no poder cumplir lo que voy predicando, porque aún hay un vacío enorme en mi pecho que sé que no necesito llenar, pero que está ahí, que no puedo dejar de sentir que necesita ser llenado (por alguien).
Y, así, otra prisión alcé con mis propios brazos. Me la clavé en la espalda, en los ojos, y ahora no sé cómo seguir luchando contra mí. Pero ya no puedo moverme.
Qué duro y qué dura contigo mismo. Lo primiero y lo único: enamórate de ti misma. Lo siguiente viene solo. Y no esperes mucho! Que a ver si te vas a enamorar de alguien que no seas tú primero! ;)
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