Di vueltas y vueltas
alrededor del mismo eje,
la soga atada a mi cintura.
Sin parar...
y ocurrió.
BOOM.
La explosión infame
que fundió las perseidas,
que dejó mi garganda sorda
y vuestras orejas mudas.
Y fue mi culpa.
Mía y solo mía,
siempre intentando atar lazos
por todas partes,
sin apretar bien,
descuidándolos,
esperando...
Y esperando olvidé su apática
existencia de objetos inertes.
O quizás simplemente olvidé
que mi existencia
lejos de la suya
deja de existir.
No sé. Quizás solamente
he desaprendido lo de antes.
Porque lo de después sustituyó rápido.
Cuando las caricias raspan,
un solo pestañeo es capaz de derretir...
Y yo sigo con el corazón hinchado
y la piel sedienta
y los huesos descalzos
y la mirada inundada
de mares que se quedan dentro
porque no hay donde depositarlos.
(De haberlo estropeado todo y no saber cómo arreglarlo.)
Hey...
ResponderEliminarTe diría algo si pudiese. De verdad. Pero las perseidas se han debido de quedar atascadas en mi garganta o tal vez hayan sido tus palabras.
No sé qué demonios pasó con esos lazos que siempre se deshacían, ¿no? No sé. Pero me has encantado hasta el alma.
Un besito.
No sabes lo que significa para mí que me digas eso, de verdad. Muchas gracias <3
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