2/10/12

Ese lugar anhelado no aparece. Su bucólico aroma ha desaparecido y ando perdida en su busca. El camino tiene demasiadas bifurcaciones y yo soy exorbitantemente indecisa, insegura. Advierto como mis huesos tiemblan ante un mundo que parece repudiarme cada vez que intento meterme en él, como el aliento se me agota de tanto tratar de zafarme de la normalidad.

La búsqueda se ha convertido en bucle. Eso que haya de extasiarme no existe, no hay salvación para mí... O al menos no está cerca. Mi cerebro se colapsa. Miles de conexiones cerebrales que coliden entre sí formando miles de chispas que me ahogan, dejándome inerte hacia fuera. Y el miedo se apodera de mí. Y lloro. Lloro como lloré el otro día. Como no había llorado desde hacía años. Horas sin poder respirar con seguridad, sin inhalar nada más que un extraño vacío (como si llevara una bolsa en la cabeza), los ojos hinchados, rojos. Y ese terrible dolor en las sienes. Agujas hincándose con fervor. Y resto inmóvil a los ojos del mundo. Indiferente.


(Tan sólo se mueven mis ojos en una búsqueda desesperada.
Alguien que me salve.
Aquí, ahora.
Por favor...)

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