12/6/15

El anverso de la misma historia.

No se puede esperar.
¿Esperar a qué?
Dudas perennes bajo las huellas
melladas y huecas de los días insípidos.
Y no duermo
porque la luna solo ilumina fuerte y ciega
mis ojos de miel corrosiva
irrisoria
comprensiva
-no hay escapatoria.
De qué sirve echar el ancla
si me devolvéis las cadenas,
de qué sirve dar y dar y dar y dar
si no hay aceptación que capte
cómo los caracoles colonizan los colores
y los absorben.
Los días blancos.
Las noches blancas.
Las tardes blancas.
Las palabras blancas.
Mis palabras blancas.

Y así cada verso
lo dejo sin punto abandonado
y se convierte en un abismo
un reverso que ahoga y desprende
que arroja al vacío
de las líneas que te grito
de las canciones que te clavas
de las ausencias que me abrazan
de los venenos que se me arraigan
y este reverso ahoga y desprende
arroja al vacío
a la velocidad del llanto
digo espanto
digo rayo
digo no sé
qué digo.

Digo que de tantos tropiezos
me da miedo andar,
me da miedo volver a caer,
pánico de otra vez quedarme sin aire.
A más esfuerzos
menos vientos,
y no hay círculo polar que valga
cuando se anaranjan las casualidades.

De un tiempo a esta parte
el anverso de la misma historia,
el inverso de mis cruzadas,
el reverso de los mares
y yo la misma Ana que observa el atardecer eterno,
el mismo no-sueño de las rodillas cuarteadas,
los mismos ojos de clavículas retorcidas,
la misma esencia de rocosa piel y fríos insomnes.

2 comentarios:

  1. Qué angustia, qué corrosión, qué velocidad.
    Cuando recuerde este poema, sabré que siempre serán tus ojos así, insomnes, y tu mirada blanca.
    ¡Me ha encantado!
    Un besito

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