29/9/15

(Algo que escribí en julio)

El cuento de la ameba abandonada hasta por sus propios miedos y temblores.
Sola y sola.
Y crecía y crecía.

Se apagaron las cunas
en dunas calcinadas
tras arder durante quince mil lustros.
Incluso los monstruos, tras la tormenta,
quedaron mutilados en temblores rocosos
y sus garras desgarradas
les refugiaron de regreso a sus resguardos grises,
oscuras cordilleras.

Entre arena y bajo
un gran sol y esa enorme tela negra
se hallaba la ameba
temblando y creciendo,
reproduciéndose en el agua salada,
sintetizando fuerzas,
descomponiendo miedos.

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