5/3/16

El Poeta Halley

Es tan importante expresarse como transmitir y para ello no siempre es necesario vomitarse las entrañas, sino compartir eso que penetra nuestra epidermis y revuelve las vísceras. Por eso hoy vengo a compartir una canción de un grupo muy importante para mí. El Poeta Halley es un tema que habla del proceso creativo de un poema (que se convertirá en canción), algo que vivo a flor de piel.

Cuando algo revuelve, la necesidad de compartirlo es imperiosa. Un impulso que no puedo comprender me obliga a escribir los fonemas que articulan esta canción. Para mí, para quién la quiera.

El Poeta Halley

Me atraparás al vuelo y nunca a la pared,
y si me dejas aire, en tus líneas dormiré;
palabras de una musa de baja maternal.
Puede que al fin me conozca muy bien...
Si fueran puntos grises mis rarezas, cada tara que creé,
de seguirlos con un lápiz, al final verías mi cara en el papel.
Por eso estoy por aquí otra vez,
rebuscando en mi almacén esa palabra
cónsul de mi timidez.
Ojalá encuentre la forma
(¡más me vale!),
tengo un tema que acabar.

Si no aparece nunca
o entiendo que no di con la palabra justa,
y, cuando al fin la encuentro,
llega aquel mar de dudas...
Si cuando me decido
tú me detienes siempre,
me aprietas justo aquí y dices "no",
mi leal traidora inspiración
cuando apareces menos hoy...
y soy yo.

Te quedarás dormida, menuda novedad.
Es peor mi geniocidio cuando no te dejo hablar,
en la autopista de la vida si te saltas la salida hay que esperar.
Puede que no haya aprendido a aceptar
que escuadrones de moral judeocristiana, con su culpabilidad,
nos seguirán por tierra, por el aire y sobretodo por amar.
Puede que este demorando la acción.
A los 12 tuve un sueño en que ganaba,
pero el sueño me venció.
Desde entonces mis derrotas
son las huellas del carnet
de ese tal yo.

Ahora, escúchame,
ya he encontrado la palabra justa.
Mejor prepárate,
tiene algo que a todos asusta.
Sí, la voy a soltar,
la quiero soltar.

Pronunciaré "esperanza",
la gritaré por dentro si es lo que hace falta.
La escribiré mil veces,
me alejaré de espaldas.
Quizás de repetirla algo me quede.
No puedo permitir tu negación,
mi leal traidora inspiración
de intermitente aparición.
Como un ángel hallado en un ascensor,
qué bien funcionas como recuerdo.

Acojo en mi hogar palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera. Examino cada jaula y allí, ladrando vocales y consonantes, encuentro a sucios verbos que lloran después de ser abandonados por un sujeto que un día fue su amo, y de tan creído que era, prescindió del predicado. Esta misma semana han encontrado un par de adjetivos trastornados, a tres adverbios muertos de frío y a otros tantos de la raza pronombre que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño. Señalo, entonces, las palabras que llevan más días abandonadas y me las llevo a casa. Las vacuno de la rabia y las peino a mi manera, como si fueran hijas únicas, porque en verdad todas son únicas. Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones, les doy un beso de tinta y les digo que, si quieres ganarte el respeto, nunca hay que olvidarse los acentos en el patio. A veces pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas, y yo solo observo cómo juegan en el patio de un poema. Casi siempre te abandonan demasiado pronto y las escuchas en bocas ajenas, te alegras y te enojas contigo mismo como con todo lo que amamos con cierto egoísmo. Y uno se queda en casa inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo llamado silencio, siempre fiel, siempre contigo. Pero todo es ley de vida. Como un día me dijo el Poeta Halley: si las palabras se atraen, ¡que se unan y a brillar, que son dos sílabas!

(Love of Lesbian con Joan Manuel Serrat)

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