1/9/14

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Creo que me sorprende echar tanto de menos porque jamás había sentido que pertenecía a nada -ni un lugar, respiro u olor- y de repente encontré mis raíces en ojos resplandecientes, en calles de noche mojadas de tráfico y luces, en respiraciones que sincronizaban con la mía perfectamente desde el primer momento.

Es que da igual las veces que se digan las cosas. La propia vida es eso que empieza cuando las decisiones las toma una misma, cuando mis pasos trazan el sendero y marcan su ritmo. Mi vida no es eso que me obligan a emprender al nacer, mi vida es esa aventura que empieza cuando me dí cuenta que la sensación de desarraigo que me invadía era fruto de mis no decisiones. Al final todo se basa en las decisiones que una toma, en el saber elegir y hacerlo bien (siempre se hace bien, porque si nos equivocamos, de hecho podemos seguir eligiendo). En poder echar raíces en los ambientes, en las personas. En poder cuidar esa gente especial que se cruza por tu camino. En saber decir adiós cuando las rutas deben separarse. En saber avanzar según un criterio propio. En saber elegir y hacerlo bien.

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